lunes, 13 de diciembre de 2010

Y un día nadie.

Se mustian los sueños

se agrian los recuerdos

y las firmes cadenas de montañas

agrietan sus costuras

con el paso de las aguas

y la fuerza de los tiempos.


Quisimos reinar

como todos los príncipes

pero al postrar las coronas

entre mares blancos o vacios

quisimos negar lo inevitable,

que era la hora de coronar a nuestros niños.


Y, como nosotros ahora,

como nuestros padres ayer,

ellos tendrán que ceder

ante el empuje de nuestros nietos,

lo que ahora les cedemos

y también traspasarán sus sueños.


Generación a generación

las coronas se desgastan

y las joyas que ayer

parecieron magnas

mañana serán pobres,

dinastías de mendigos.


Gobiernos tuvo la Tierra

que pudieron brillar como estrellas

pero prefirieron entablar

batallas de progreso

que masticaron los relojes

y se tragaron sus huesos.


La cuna de mis niños es dorada,

la de mis nietos platino,

pero las aguas de sus ríos

bajan calladas

y en sus bosques proscritos

solo un cuervo canta.


La luna se esconde

agria de recuerdos,

marchita de sueños

pero sus lisas montañas

sonríen sin arrugas

a la Tierra que cambia.


Y un día nadie recordará

y un día nadie reinará

y un día nadie llorará

los ríos arrugarán firmes cadenas

sin sueños ni memorias.


Y un día nadie.

1 comentario:

David Gómez Hidalgo dijo...

Precioso poema y gran reflexión la que haces.
Creo que está en nuestras manos que esa joya no se desgaste aún más. Podemos hacerlo y debemos hacerlo. No vale decir que mi granito es uno y no llevará a nada.

Saludos