miércoles, 15 de agosto de 2012

Carta de ofrecimiento de "La Sombra"



Estimados señores:

Antes que nada quiero dejar claros algunos conceptos. Un asesino puede ser alguien honrado, pero como el resto de personas también tiene que comer. Y, qué narices, tiene mucho más gastos que la mayoría de oficios. Al menos esa es la diferencia entre alguien como yo y uno de esos chapuceros que trabajan para las mafias y deshonran nuestro oficio milenario.
Un asesino que se precie no puede tener ningún incentivo más allá del económico, pero si de verdad quiere sobrevivir en esto sin que su trabajo se cuele en otras facetas de la vida, debe conocer alguna maldad de su objetivo que le permita deshumanizarlo lo suficiente como para olvidarse de él una vez  finiquitado. Así pues, el aspecto emocional no es nunca despreciable.
Muchos asesinos dejan una firma en cada trabajo. Esos no son más que unos aficionados que disfrutan con el acto de matar. Son lo peor de esta profesión y siempre que me cruzo con alguno de ellos hago lo posible para que las fuerzas del orden lo descubran. Solo un asesino que detesta su trabajo es la garantía de que no morirán inocentes ni sufrirán innecesariamente las víctimas.
Después de todo, la profesión de asesino puede ser tan honesta y honrada como cualquier otra. Solo es cuestión de planteárselo así y trabajar concienzudamente sin permitir que ninguna perversión altere la profesionalidad y humanidad necesaria para este trabajo.
Es cierto que aquellos que solicitan nuestros servicios nunca pueden ser buenas personas. Ordenar la muerte de un ser vivo jamás puede ser un acto de bondad, como tampoco lo es ejecutar una hipoteca, ordenar un despido, gobernar contra el pueblo, blanquear dinero, reprimir mediante la religión... pero es una necesidad humana y como toda necesidad humana, buena o mala, necesita de buenos profesionales para llevarlas a cabo en las mejores condiciones y dentro de unos preceptos éticos y morales adecuados. De este modo, igual que no concebimos un mundo sin jueces, ejecutivos, políticos, banqueros, curas... los asesinos somos igualmente necesarios ¿De qué otro modo podría equilibrarse la balanza de la sociedad y el poder?
Nunca antes había intervenido en una conversación donde se hablara abiertamente de mi profesión ya que mi punto de vista podría haber alertado sobre mi condición, pero el presente anonimato me permite ofreceros, aquí y ahora, el punto de vista que os faltaba por conocer.
Sobre la moral del buen asesino quiero insistir ahora. Personalmente nunca aceptaré un trabajo donde se me pida provocar un padecimiento mayor a la víctima. Soy un asesino, no un torturador. No cuestionaré el trabajo de los profesionales de la tortura, pero estoy convencido que permanecer tanto tiempo junto a personas que sufren por tu causa tiene que afectarte, a la larga, como ser humano. Si además de torturar, al final acabas con la vida de la víctima, es un acto tan terrible que no me atrevo ni a imaginarlo.
No. Yo solo mato limpiamente y para ello uso cualquier cosa que me facilite el trabajo a mí y el deceso a la víctima. Por eso me cuesta tanto entender a otros oficios. Como es posible que un gobierno que se enfrenta una grave crisis económica y se ve forzado a llevar a cabo unos enormes recortes contra su pueblo, pueda al mismo tiempo imponer nuevas leyes sentenciosas que repriman más a su pueblo mediante la ideología. Ese mismo gobierno, que sacrifica a la extrema precariedad a sus ciudadanos más desfavorecidos, puede permitirse, a un tiempo, apoyar, con el dinero arrebatado a quien más lo necesita, a grupos religiosos, banqueros y hasta a especuladores financieros y señores del vicio y el juego. Digamos que ese gobierno, desde el punto de cualquier profesional, es un impresentable, y sus miembros incapaces de poseer el mínimo de humanidad para considerárseles personas.
Dicho todo esto, pueden ver que ya estoy preparado para llevar a término mi objetivo. Hagan sus ofertas en el lugar indicado y, en caso de aceptar, un pago previo y otro tras cumplir con lo pactado.
Y tengan por seguro que solo un profesional puede solucionar lo suyo.

Atentamente: La Sombra.