jueves, 8 de septiembre de 2011

Todo vale en el nombre del arte.

Seguramente la mayoría de vosotros ya conocéis esa serie de humor llamada “Museo Coconut”. Las tonterías surrealistas producto de las relaciones entre unos personajes muy extraños son la base del programa. Pero en el fondo subyace un escenario por el que pasa una interpretación, en ocasiones muy real, del arte abstracto. De hecho esa parte no es más que el fiel reflejo del debate existente durante los últimos 100 años, sobre dónde empieza y dónde acaba el arte. Antes, incluso, ya se puso en tela de juicio a muchos artistas por no seguir los cánones establecidos por las escuelas predominantes en cada momento… y eso que el arte figurativo puede parecer más sencillo.

No escapa, pues, ni al más tonto, que en muchos momentos los artistas abstractos han sobrevivido gracias a la amistad con críticos y otros artistas. También ha sido vital para la supervivencia del arte de lo ininteligible, el uso y abuso de técnicas publicitarias. Tanto es así que muchos de estos artistas han recurrido a escenografías, en su vida real, para dar a conocer su nombre. Encerrarse en un hotel y pintar las paredes, tomar un edificio, lanzar soflamas provocadoras e incluso racistas en un lugar público, vestir de forma llamativa, insultar, desnudarse… cualquier cosa que logre que los medios de comunicación, verdaderos dioses y jueces de la actualidad, hablen de ellos. El arte, finalmente, pasa ser algo secundario.

Con todo esto, no es extraño que aquellos que desean una vida fácil recurran a los mismos argumentos y se llenen las televisiones de soflamas pueriles y de personajes fatuos que terminan hablando de lo que realmente importa sin conocimientos de causa ni pudor por la ignorancia. Así la televisión en nutro país a comienzos del siglo XXI, está dominada por un plató lleno de personajes sin vergüenza que se gritan, entre insultos, sus trascendentes opiniones superficiales. Y a eso, algunos, le llaman periodismo, quizá para no mancillar al arte que lo parió. Entre tanto, los artistas que enjendraron este absurdo invento, mudan sus estatuas informes a espacios más acordes y olvidados. Han perdido su momento.

Como estos, la literatura también tuvo sus momentos de locura. Quien no piensa en los esperpentos de don Valle-Inclán o se acuerda del libro aparcado de Paco Umbral. Que ya en el siglo de Oro los Quevedo, Góngora y Lope de Vega se dieron estopa por un lugar en el cielo. De estas, y no de las otras, cree alimentarse el insigne Pérez-Reverte. Como los que no hablan, sino gritan, el escritor fue periodista, pero él sufrió el infierno de los más sórdidos lugares de la tierra: las guerras. Mojando su pluma en la sangre de la brutalidad humana, nació su obra destinada a la redención. Pero no pudo resistirse el autor al endiosamiento del poder que da ser oído, ser autoridad y llevar un enorme bagaje encima que te hace creer que ya sabes todo lo que importa en la vida. Y embutido en este nuevo traje de Dios entre los burros, ya se cree en el derecho y obligación de arrastrar en los lodos de la lengua a todo aquel que se le ponga a tiro. Así, con razones y sin ellas, lo importante es demostrar la enorme capacidad para el insulto perlado de una excelsa gramática y correcta ortografía. Parece que en sus manos, si uno es portador de la rectitud que otorga la RAE, tiene derecho a propinar, a todo el que se le oponga, un mamporro verbal y escrito.

No me preocupan ni Jorge Javier ni la Esteban, acotados en la pantallas de la insustancial televisión privada. Me preocupan más los sabios perdidos que se dejan llevar por la pasión del insulto enlucido, pero tan fatuo y vano como el comentario tertuliano de un cerebro frito por la coca.

Todo vale, en el amor y en la guerra, pero de las batallas más sucias nunca saldrán indemnes las alas más tristes.

Imagen extraída de www.20minutos.es

domingo, 4 de septiembre de 2011

10 instantes o frases de la historia del cine

10 instantes o frases de la historia del cine:

1. El descubrimiento de María, en “Metrópolis” dirigiéndose al pueblo en las catacumbas de un mundo futuro gobernado por las máquinas. Podría recordar a Santa Tecla dirigiéndose a los primeros cristianos entre la muerte de Pedro y la ascensión del primer Papa. También podría ser referido a la época actual donde las inhumanas máquinas sería el neoliberalismo y las catacumbas serían Internet. Sin duda la autora de la novela Thea von Harbou y su marido y director del film Fritz Lang, quisieron usar el advenimiento del cristianismo, pero en su generación reflejaron el nacimiento de todas las grandes revoluciones basados en los tres principios: necesidad, liderazgo y decisión.

2. Casablanca” es una de esas películas que está llena de grandes frases y grandes momentos… algunos más generados por la mitología popular que por la cinta, como el “Tócala de nuevo, Sam”, pero otras bien auténticas, como el “Siempre nos quedará París” y mi favorita: “Creo que este es el comienzo de una gran amistad”.

3. “Some Like It Hot” no hubo forma de traducirlo y que quedara bien en castellano, así que el título de la película se convirtió en “Con faldas y a lo loco”. Todo el divertido film se resume en el diálogo final cuando un viejo millonario secuestra en una lancha a uno de los protagonistas que esconde su masculinidad para poder trabajar, y pretende casarse con la supuesta ella. Tras darle largas a sus propuestas matrimoniales con excusas y el otro superarlas con extenuante comprensión, termina quitándose la peluca y diciendo con su voz más masculina: “¡Soy un hombre!”. A lo que el otro contesta resignado: “Bueno, nadie es perfecto”.

4. Independence Day”. Cuando Will Smith enciende el cigarro tras acabar con un alíen. En ese acto se subliman drama y comedia recuperando la credibilidad después de una escena trepidante e ilógica. Los puntazos del protagonista logran salvar una película con buenos efectos especiales, pero un guión lamentable.

5. "A Dios pongo por testigo... A Dios pongo por testigo de que no lograran aplastarme, viviré por encima de todo esto, y cuando haya terminado nunca volveré a saber lo que es hambre. NO, ni yo ni ninguno de los míos. Aunque tenga que estafar, que ser ladrona o asesina. ¡A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre! ". Supongo que huelga decir que hablamos de “Lo que el viento se llevó”.

6. Y si hablamos de esta frase también tenemos que ir a otra que, sin embargo, después se ha repetido hasta agotar su gracia: “¡Alégrame el día!”. La voz cavernosa suena desde detrás de la Magnum 45 que apunta en la cara de un supuesto delincuente que intentaba alcanzar su arma. Harry el sucio, es decir Clint Eastwood, pronunciando una de las frases más celebres del duro entre los duros.

7. En inglés escucharon esta frase con la voz de James Earl Jones, nosotros con la de Constantino Romero en “El Imperio contraataca”: “Luck, yo soy tu padre”.

8. Una frase azucarada hasta la nausea en una película azucarada hasta más allá del vómito y, sin embargo, sostiene perfectamente los momentos finales de una película que marcó toda una época. “Love Story”, y la frase era “amar es no necesitar nunca pedir perdón”. El recuerdo final del protagonista masculino de esta frase de su pareja da sentido a todo el film. Tan profunda es la frase dentro de la historia que también abrió la secuela de la que casi nadie se acuerda.

9. “Nunca olvido una cara, pero creo que con usted haré una excepción”. Las películas de los germanos Marx son sinfonías de frases ingeniosas. Esta la dice Groucho Marx en “El hotel de los líos”, aunque la gran excelencia de las escenas es la del camarote (ya conocido como el camarote de los hermanos Marx) en “Una noche en la ópera”. La frase sería “Pasen, pasen, cuantos más seamos más reiremos”.

1 Esta frase no me impresionó demasiado en su momento, pero los acontecimientos de los últimos tres años, y sobre todo de los últimos meses, le han dado una nueva dimensión: “El pueblo no debería temer al gobierno, el gobierno debería temer al pueblo” (“V de Vendetta”).

Imagen tomada de www.danienlared.com