miércoles, 28 de enero de 2009

La vela



Sí, es vulgar. Pero la vela se apaga. Le queda cera para rato y, aún así, la llama pierde fuerza. No sé si es problema de calidad o de oxígeno, pero su luz agoniza en tamaño y en fuerza. Su color blanco y de matices azules que describía su mejor salud, es ahora de un amarillo más fuerte, más relleno de malos sentimientos, como si hubiera olvidado la decencia de arder bien.


La capilla es húmeda, pero siempre fue así. Lo único que ha cambiado en todo este tiempo son los feligreses que aposentan sus culos en las bancadas y, claro está, el párroco.


El padre Juan había hecho muchas cosas por el pueblo. Fue un duro golpe que, a sus cincuenta y tantos, abandonara la parroquia para casarse con su amante de siempre. Eso era lo más difícil de comprender porque el obispado hacía la vista gorda y el pueblo, ante el valor de la persona, tampoco ponía importantes objeciones a aquella situación. Entonces era más incomprensible que, después de toda una vida de presunto pecado, eligiera aquel momento para abandonar su magisterio.


La vela tiene, tal vez, la última palabra. La encendió doña Elisenda, la mujer del alcalde, y parece que tiene su mismo mal hediondo.


¿Las veis a las tres marías? Ahora son las dueñas de la iglesia y el nuevo párroco, que también se llama Juan, pero al que todos llaman Juanico, no hace nada por evitarlo. También tiene lo que se merece, para él las tres brujas, porque ya no llena la iglesia ni los días señalados. Y si vuelve a venir, de casa en casa, preguntando, se le dice que nos hemos hecho todos mormones… aunque ya nos gustaría.


Sí, no hay duda. La vela se está apagando. La mata el oro de la señora alcaldesa y sus dos hermanas de salmos. Son las más ricas del pueblo y no se cortan ni un pelo. Como dice mi sobrina María, se les conoce la edad al peso. Si los arboles cada año ganan un anillo en su tronco, estas brujas ganan unos veinte gramos de oro cada año. Por eso se sabe que la edad de doña Elisenda supera los sesenta ya que porta más de kilo y medio de oro a cuestas entre anillos, pendientes, collares, pulseras y esas horribles fundas de dientes más apropiadas para una película de terror que para sonreír en la iglesia. Porque eso si lo tiene la doña, sonríe con los piños al aire continuamente. Seguramente pide un molde a su esteticista para que le sujete los carrillos cada vez que se aplica el bótox. Sus dos compinches deben ser algo más jóvenes, pues aún no se les arquea la espalda por el peso del vil metal.


Sí, sí… la vela se está apagando y no sé porque he venido a misa de tres. Antes era la misa de doce, pero como normalmente sólo asisten tres personas le llamamos en el pueblo la “misa de tres”. Pero como el marido de doña Elisenda, el alcalde, que sólo Dios sabe porque no acompaña a la bruja de su mujer, me ha pedido que arregle algunas cosillas en la parte de atrás del altar, he decidido venir a la misa y aprovechar para mirármelo.


Otras son las obras que necesita esta iglesia… y este pueblo. La iglesia huele a vacío y a podrido y el pueblo… a viejos. A los jóvenes sólo los vemos los fines de semana, si hay suerte, en navidad y alguna semana en vacaciones. Así que el ayuntamiento pagará mis chapucillas. Yo no me quejo que, al menos, rascaré cien eurazos, pero el obispado ya no suelta la tela y lo que el ayuntamiento paga, al final, lo pagamos todos. Si no fuera por mis chanchulletes ya se podía caer la iglesia encima de su parentela y creo que el alcalde estaría de acuerdo, pero don Damián, por mucho que vocifere y parezca mandar en el ayuntamiento, es un calzonazos en su casa. Sólo hay que ver los correajes de oro de la señora y el esquifido Tissot de hace cuarenta años que lleva por reloj el marido. Dice que es un recuerdo de familia, que se lo regaló su santa madre, pero a mí me da que el alcalde come en un plato en el suelo junto al perro, su verdadero mejor amigo.


Está muy mal todo el fondo de la iglesia. Casi amenaza ruina. Con cuatro o cinco horas, como tenía pensado, no tendré bastante. Además tendré que levantar una envestida y pedir al Gabriel que me haga de “manobra” para preparar y subirme los materiales. Esto ya no lo puede pagar el ayuntamiento.


¡Cielos!... ¿Qué hace el imbécil del Juanico? Pero si ha dejado el altar para traerme la hostia bendecida hasta mi asiento.


--Hijo, si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma.


--¿Qué se ha vuelto moro de un susto?


--No hombre que sólo es un dicho.


--Bueno, un poco gordo sí que está usted, padre, pero de eso a pasar como una montaña. Además, dicho o no dicho parece que el moro soy yo y no me apetece tragarme la hostia rancia, que la última ya me tuvo una semana de cagalera.


--Vienes poco y encima descreído.


--No le parece que “descree” mucho todo este pueblo. No sé si temen más que se les caiga la casa de Dios encima o a que Dios les vea con tan insanas compañías.


El padre se ha dado la vuelta creo que porque le señalaba las brujas mientras se lo decía, pero le veo alejarse hacia el altar, cabizbajo y haciendo que no. Antes de que alcance su mundo pastoral yo ya he llegado al umbral y salgo al aire puro de la sierra. Por mí ya se puede apagar la vela y caer la iglesia que, por mucho que me lo pida el Damían, va a volver su… señora esposa.


Ahora creo que ya sé porque se marchó el padre Juan y la gente joven y, si yo tuviera veinte años, también pondría tierra por medio, pero mis muertos están enterrados en esta tierra y ya hace tiempo que me esperan.


Claro que se apaga la vela… porque en este pueblo ya no se hace más cera.


martes, 20 de enero de 2009

Las sirenas de mis sueños


Siempre tuve pasión por las historias de sirenas, pero nunca he logrado recordar ninguna. Ni tan siquiera aquel pasaje de la “Odisea” donde Ulises se hace atar al mástil de su barco para poder escuchar sus seductores cantos. Ni de esa historia puedo realmente acordarme. Las sirenas son como aquel sueño que te tiene impactado hasta cinco minutos después de despertarte y después, aunque logras capturar la sensación producida, no consigues volverlo aflorar a tu memoria en la vida.

Yo sé que un día soñé con mi muerte, con el futuro de la especie humana, con la realidad sobre la existencia de Dios y sobre el verdadero sentido de la vida. Todo lo soñé y sé que estaba en lo cierto, pero de nada logro acordarme. Como esos sueños perdidos son mis sirenas.

Cojo papel y lápiz y las olas del mar me pasan por encima con un ruido amortiguado. El lápiz se sumerge hasta donde los colores se mueren en un tono verde que son blanco, gris y negro al borde del abismo sin luz. El papel empieza a vislumbrar un túmulo aprendiz de arrecife coralino y detrás, entre la quietud rítmica del fondo marino, se adivina una figura sonriente.

¡La he visto!

¡Me ha visto!

Con una explosión de burbujas emergentes, salta una figura, vestida de cola larga, hacia aquellas alturas donde nos dejamos olvidados los rojos, los amarillos… los azules. Y con dos golpes de cola se pierde en la distancia, pero ya es tarde para ella: se ha quedado grabada en la hoja traicionada por el lápiz del que nunca sospechó que tuviera la más curiosa de las miradas.

domingo, 18 de enero de 2009

Julián



Imagen tomada de www.ounae.com.

El relato titulado “Julián” es el típico que se envía a esos concursos que, algunas webs literarias, realizan para su autopromoción. De uno a otro cambio algunos detalles para explicar de forma breve como se realiza, la publicación de un relato, en esa web. El primero fue dedicado a www.tusrelatos.com, aquí se lo dedicaré a este blog… y, cómo no, a vosotros, mis lectores, pero a vosotros os los dedico siempre aunque no lo diga ¿Por qué que hay más importante para un blog que sus lectores?

Julián pretende ser una historia tierna y con sentido del humor a la vez, pero, por alguna razón que desconozco, nunca es tenida en cuenta. Tal vez vosotros podáis ayudarme a averiguar qué es lo que falla en este relato.

Julián

Tengo un osito de peluche que se llama Julián.

No, no soy un niño. Los cuarenta ya no los cumplo y, aunque generalmente me da vergüenza reconocerlo, es importante que sepáis que Julián me habla.

Julián siempre empieza a conversar de la misma manera:

--Los bosques están desapareciendo por culpa de los malos escritores.

Cuando Julián dice eso un papel en blanco está sobre mi escritorio y un montón de bolas de papel desborda la papelera. Por ello, herido, me enfado:

--Eso no es cierto.

Y acompaño mi respuesta de una mirada al centenar de carpetas llenas de textos que reposan sobre el armario.

--¿A eso le llamas, tú, bueno?

Llegado este punto ya pongo en duda el hecho de que Julián hable, porque si de verdad soy un mal escritor y lo que hay encima del armario no vale nada, es, o bien que no tengo imaginación, en cuyo caso Julián no existe, o bien escribo fatal, en cuyo caso poco importa que Julián exista o no.

Miro a Julián a los ojos y él inmóvil calla. Es entonces cuando recuerdo cuando llevé a editar mi primera novela. De eso hace ocho años ya y no he tenido respuesta. Bueno, sí, hay una novela muy famosa, de un escritor muy famoso que ganó un premio muy importante y que se parece mucho.

Vuelvo a mirar a Julián... nada.

Cómo va a publicar nadie una novela que algunos años después será un plagio.

Julián parece sonreír.

Era un adolescente cuando mi profesora de literatura castellana me acompañó a una editorial para enseñar mis poemas y se rieron de ambos.

No levanto la mirada, pero escucho como Julián se ríe también.

Espero unos segundos y miro a Julián de reojo y sonrío. Pongo a un lado la hoja de papel. Extraigo el teclado del ordenador de debajo de la mesa y enciendo.

Julián se ha callado y observa con atención.

El PC termina de encenderse, activo el “WordPad” (bueno, ahora ya puedo decir el Word, que el Office me ha costado una pasta, pero al fin he dejado de ser un pirata) y empiezo a escribir.

Julián calla.

Durante media hora doy rienda suelta a mi limitada imaginación. Ahora abro el “Internet Explorer”... pongo la dirección de mi blog para publicar: "neokhamy.blogspot.com". Me meto en acceder, introduzco unas claves, abro publicar, título... “copy & paste”... ¡y ya está publicado en “El Mago pragmático"!

Julián sigue inmóvil.

Esta vez no he gastado papel, de hecho también estoy guardando mi obra en un archivo del disco duro del PC. Pero lo mejor de todo es que seguro que en este momento ya están leyéndolo otras personas.

Tengo la tentación de reírme de Julián, pero llega mi hijo pequeño y se lo lleva cogido de la oreja para iniciar una sesión de boxeo infantil y creo que hoy le acompañaré.

Prepárate Julián que hoy me toca reír a mí.

sábado, 17 de enero de 2009

Carta abierta a mi médico de cabecera.




Imagen tomada del “Blog del ciervo ermitaño” (http://maltut.wordpress.com/).

Estimado señor o señora (eso nunca se sabe):

Esta es una carta abierta porque nunca tendría usted tiempo de abrir una cerrada y con mi remite. Igual que no tiene tiempo suficiente para escuchar a sus pacientes y se limita a oír aquello que a usted le conviene. Yo soy aquel paciente al que usted nunca dará la baja porque le parece sospechoso, todo y que desde que usted es su médico jamás a estado de baja. También soy aquel que entre tiritones febrígenos y esputos de sangre usted encontró tan sano. Gracias a Dios, que no a su sabia ciencia, ya me curé, no sin esfuerzo, de aquella enfermedad que no tenía. Pero no perdamos su valioso tiempo en recriminaciones “que no se merece” (perder el tiempo de los pacientes ya es otra cosa, por eso se llaman pacientes) y vayamos al grano, que no a la vesícula putulinosa con escoriaciones cutáneas a la que usted no prestó atención ni cuando se rodeó de verrugas.


La presente es para comunicarle que he decidido dejarme morir porque estoy harto de ser tan importante para esta sociedad que no deja de cobrarme impuestos y ni tan siquiera me permite estar un par de días enfermo. Primero pensé en fumar, pero no soporto el humo del tabaco. Después pensé en beber, pero mi estómago inició toda una campaña de protestas contra el alcohol. También inicié una huelga de hambre, pero pasaba demasiada hambre. Las drogas no me permitían ser yo mismo. Así que, al final, decidí comer cuanto me apeteciera y dejar de hacer el poco ejercicio que, el escaso tiempo libre del que disfruto, me permite. Ya llevo engordados cincuenta kilos, mi colesterol y mis triglicéridos se suben por las paredes, mi presión sanguínea es la de una olla a presión, siempre tengo dolor de espalda y cada vez tengo menos energías para moverme. Pero sabe una cosa: sigo tan sano como siempre.


En la nueva sociedad puedes estar enfermo o puedes estar sano, puedes tener trabajo o estar en el paro, puedes someterte a los designios de la sociedad o irte a vivir debajo de un puente, pero lo que no puedes hacer es coger la baja o intentar recuperar parte de lo que pagas a la seguridad social por el simple hecho de no encontrarte en condiciones físicas o anímicas. Actualmente una persona que falta a su trabajo o pierde dinero, si es un autónomo, o se convierte en un delincuente, si es un empleado por cuenta ajena. El resultado siempre es el mismo, debes estar dispuesto a dar y nunca a recibir porque no existe nadie, en verdad, que te ayude a levantar. Es una lástima, querido doctor, que usted sea tan fiel al sistema, espero que este le dé a usted las alegrías que a mí me ha negado.



Atte. el enfermo más sano de su consulta y pronto el muerto más vivo del cementerio.

viernes, 16 de enero de 2009

Psicóloga vital


Imagen tomada de www.caratulascine.com .

He decidido ubicarme aquí y creo que es un acierto. La labor social que llevo a cabo es indudablemente mucho más necesaria aquí que en cualquier otro sitio. A los vecinos parece molestarles mucho, incluso han pretendido que modifique mi horario laboral, dicen que por el bien de sus hijos. Qué sabrán ellos de sus hijos, si no fuera por mí terminarían suicidándose antes de alcanzar la mayoría de edad o, lo que es peor, metiéndose a curas; todo por tener dudas sobre su verdadero género. En definitiva, me alegro de haber abandonado los juzgados y haber puesto mi negocio cerca de estos dos colegios religiosos. Gano más, trabajo menos y encima realizo un bien social.
El trabajo ya no es tan duro, pero mis tarifas también son pequeñas, aunque el volumen total me ha permitido aumentar mis beneficios. Esos muchachos de catorce y quince años se van tan pronto les dedicas un par de caricias intimas, así que los doce o quince euros implican poco riesgo y brevedad, eso sí, les doy un poquito de conversación para que puedan desahogarse de sus problemas que es lo que realmente necesitan. Y, después de todo, qué significa mi beneficio económico frente al placer de ver como el muchacho ha recobrado su hombría puesta en duda por los tocamientos previos del cura de turno.
Ahora el muchacho conoce la anormalidad insana de lo que le sucede en ese colegio y, aunque siga sin atreverse a decirlo en casa, por lo menos, gracias a mí, habrá disipado sus dudas. Ahora es capaz de aceptar la realidad de la tortura sufrida y ofrecer resistencia la próxima vez.
La resistencia se extiende y al curita tocón no le debe gustar porque ha venido a amenazarme, pero al final se tuvo que marchar con el rabo entre las piernas (lastima no se lo amputaran), mi amenaza resultó más efectiva.
Este cura, don Ramiro, me recuerda a doña Antonia, la monja responsable de mi actual categoría laboral ¡Que poco cambian los tiempos!
Bueno... viene un cliente y debo despedirme. Para aquellos que no lo hayan averiguado aún les diré que soy puta, pero yo prefiero considerarme psicóloga vital.

Relato dedicado a los muchachos de un conocido colegio religioso de Barcelona que entre los años setenta y ochenta pasaron un autentico calvario y que nunca reconoció la iglesia. Para aquellos en que, desde aquel día, la vida ya no fue igual porque no tuvieron a mano una psicóloga vital para rescatarles.

jueves, 15 de enero de 2009

Días de lluvia


Imagen tomada de www.elseptimoarte.net

Dios creó el mundo en seis días y al séptimo descansó. Me pregunto en cuál de los seis creó la lluvia. Aunque seguro que el séptimo no llovió. Cuando él decidió irse de weekend ya se lo arregló para tener sol y buen tiempo. En cambio nosotros, oh pobres inmundicias del creador, nos pasamos toda la semana rompiéndonos los cuernos bajo la sonrisa de un tiempo maravilloso y, cuando podemos disfrutar de él, se le ocurre al rey de las alturas jodernos con un temporal de cojones. Sí, somos hijos de ese Dios que se supone nos hizo a su imagen y semejanza, pero más bien creo que nos hizo a la semejanza de algún compañero de escuela que le hacía la vida imposible porque no para de desquitarse y putearnos a todas horas.

Personalmente no me gustan los días de lluvia. Creo que ya lo han notado… ¿No? Y no es precisamente por el barrizal que se forma delante de casa y termina por mancharlo todo, tampoco es por esa gotera del comedor con la cual ya me he acostumbrado a vivir, ni tan siquiera porque el perro del vecino ladra a las gotas de agua hasta desquiciarme de los nervios. La verdadera razón de mi aversión es que sólo llueve cuando me he dejado el paraguas en casa.

Seguro que durante la mañana la ventana de la oficina ha mostrado un día dudoso, pero que se resuelve en diluvio justo a la hora de salir.

Regresar a casa protegiéndose bajo los balcones y arrimándose a las fachadas de los edificios es desagradable, pero no es lo peor. Encontrarse a alguien en dirección contraria tan desprotegido como tú es solo relativamente molesto; pero lo realmente lamentable es el más que habitual desaprensivo que, a pesar de ocupar la acera del lado de la calle que no le corresponde y llevar un enorme paraguas, empuja la punta de este hacia adelante y se pega a la pared para ensartarte a lo bárbaro con la sana intención de preparar un pincho moruno con aromas de lluvia.

Sí, señores, cuando llueve descubrimos que nuestros congéneres de la raza humana son unos cabrones y nosotros estamos esperando la oportunidad para desquitarnos. Aceleramos el coche frente a la parada del autobús para salpicar a los que esperan, nos adelantamos para ocupar los portales antes de que llegue el que viene hacia nosotros desprotegido, nos paramos en la acera bloqueando el único paso seco frente a un charco, damos vueltas a nuestro paraguas en una calle concurrida… en pocas palabras, queriendo o sin querer, a la especie humana le gusta putear bajo la lluvia.

¿A usted le gusta la lluvia? Pero estoy convencido de que no va haciendo como Gene Kelly en “Bailando bajo la lluvia” o de lo contrario le colocarían una camisa de fuerza y le pondrían hasta el culo de antipsicóticos. Seguro que le gusta la lluvia en las tardes de domingo y la disfruta paseándose por casa en pijama y mirando a la calle a través de los cristales, es decir, disfrutando de las penurias de aquellos que sí se mojan. Cuantas veces he escuchado aquello de “me gusta ver llover”, pero nunca lo he oído de los labios de alguien que está calado hasta los huesos. En esa situación he escuchado excusas como “me gusta la lluvia, pero no el viento”. Es curioso, porque la única vez que disfruté de este fenómeno húmedo fue bajo un viento brutal, tan brutal como lo era aquel temporal. Estaba no muy lejos del mar y disfrutar de aquellas enormes olas, que se elevaban al cielo como dioses livianos y breves, infló mi espíritu con su belleza hasta el punto de no ser consciente de la humedad sobre mi cuerpo. Aquellos instantes “sthendelianos” los tuve que lamentar durante dos semanas de dolorosa neumonía que casi terminan el libro en este capítulo.

La lluvia en Sevilla es una pura maravilla… Pues eso… en Sevilla.

martes, 13 de enero de 2009

Política de aguas residuales


Dispositivo higiénico presentado en la Exposición Universal

Mientras preparo las siguientes partes de “El vampiro pragmático”, “Tres tipos con clase”, “Rafael Gutiérrez” y un par de historias más, seguiremos reagrupando blogs. Y en esto le ha llegado el turno al más importante, al que dedique más tiempo y cariño: “Mi literatura” (http://khamykhaze-juegodeletras.blogspot.com/).

Desde un puente sobre el Sena se encabezaba un blog con poco atractivo estético, pero en el que ubicaba cada uno de los relatos propios que más me gustaban. Aquellas historias, en su mayoría, eran de carácter humorístico, pero también deje escapar alguna narración de otros estilos. Como todos aquellos relatos tenían una personalidad propia, no los agruparé en bloques, como ya hice con otros blogs y hoy empezaré con aquel primer relato publicado el 7 de julio de 2007 (San Fermín).

*** *** *** ***

Política de aguas residuales.

Bueno, ya estoy aquí.

Disculpen la tardanza, pero tenía que cumplir con un ineludible designio político, una reivindicación de mi vejiga urinaria. Retrasar esa acción hubiera supuesto un doloroso aumento de esas reivindicaciones, justas por otra parte, hasta alcanzar, posiblemente, problemas para el estado... el estado de mi organismo.

Durante el proceso de expulsión, se han producido algunos problemas debido a la elevada profusión de residuos y la baja preparación de las canalizaciones naturales para ese fin. La cuestión es que se ha generado un perímetro de contaminación en las áreas adyacentes al depósito de residuos. De ahí parte mi retraso, pero para subsanar este problema, también se ha visto comprometido el presupuesto, además del gasto de agua en el vaciado de la cisterna, ahora hay que añadir la utilizada por el cubo y la fregona, pero es que además se deben incluir los desinfectantes (lejía) y los trapos para limpiado, aclarado y secado de superficies nobles; trapos que en ultimo termino han sido ubicados en el área para reciclaje que distingue los elementos a lavar, a noventa grados, cada mes.

Estamos de acuerdo en que demasiadas áreas de residuos no reciben ese trato privilegiado, pero nadie se siente a gusto entrando en esas áreas de desecho para aguas y lodos residuales donde es perceptible el olor de los contaminantes en descomposición.

También tenemos constancia de que en algunos países, como Alemania, se suelen evitar estos incidentes igualando los métodos de expulsión de residuos líquidos en hombres y mujeres, es decir, haciéndolo sentados. Pero imaginen el problema de aquello sobresaliendo y tocando por todas partes. Yo personalmente no lo considero una buena idea, además creo que esa es la causa de que la mayoría de alemanes varones, circuncidados o no, cojan hongos en la punta... amén de cosas peores y no el elevado consumo de cerveza, como he llegado a oír. Pero no nos salgamos del tema.

Nuestro país doméstico también cuenta con ciudadanos menores de edad que no cumplen adecuadamente con las tareas de mantenimiento, por ello debemos acomodar nuestro tiempo y presupuesto a suplir esas deficiencias.

En fin, no creo que haya mucho más, en la política de este tipo de residuos, que pueda contarles en estos momentos, si se me ocurriera algo más, no duden que se lo contaría debidamente.

¡Hasta pronto!

domingo, 11 de enero de 2009

¿Se va a solucionar la crisis en 2009?


Entre los días 1 de Noviembre y 31 de Diciembre, llevé a cabo una encuesta con bastante poco éxito de participación sobre el tema de la crisis. Los resultados son bastante optimistas dada la situación psicológica del proceso. Aunque para ver todo eso no hay nada mejor que los propios datos.

¿Se va a solucionar la crisis en 2009?

Votos

Porcentaje

5

55

En parte

2

22

No

0

0

Será peor

1

11

Es pronto para decir nada

1

11

Universo

9

100

Encuesta realizada entre el 1Nov y el 31 Dic.

No sé si, dados los resultados, una encuesta era lo más adecuado. Tal vez un concurso de relatos breves sobre el tema de la crisis hubiese estado más acorde con las características de este blog… Pero cuál hubiese podido ser el premio… ¿Un viaje, con todos los gastos pagados, al vertedero de basura de su ciudad, para conocer las increíbles cosas de las que nos deshacemos a pesar de la crisis?

Me ahorraré tan chabacano premio, pero os invito, a todos los que lleguéis a leer estas líneas, a escribir sobre el tema, a contar una historia donde la realidad de la crisis muestre su cara. Y que conste que no me refiero a los números y menos aún a las noticias.

Y para acabar, una última pregunta:

¿Cuándo el dinero se marcha por la puerta, el amor y la felicidad huyen por la ventana?

¡Ojalá que no!

sábado, 10 de enero de 2009

Tres tipos con clase (IV)



Capítulo 4.


“La vida en Tiro era agradable, pero no placida. En aquella época era una ciudad de paso en todos los sentidos y, además, el viejo espíritu comercial fenicio seguía vivo en toda ella. Desde los muelles hasta las puertas, se cambiaban historias desde la ignota Asia hasta las puertas de Hércules y desde los reinos de las nieves a las selvas de Salomón. Historias y noticias que viajaban con las mercancías más variopintas. Mercancías, que las más de las veces, tenían un destino final tan lejano como su origen.”


“Cuando la Nova, que por aquel entonces llamamos estrella de Usul Thuraa (no sé muy bien por qué), desapareció del cielo sin traer nada nuevo. Llegó a nuestra casa un viajero muy peculiar. Se llamaba Artabán y venía de Alejandría. Baltasar nos dijo que era una eminencia en el tratamiento de papiros, fabricación, conservación y documentación, que había sido uno de los grandes sabios de la gran biblioteca de Alejandría, pero que a él no le caía muy simpático. Aún así, se quedó con nosotros después de decirnos que llevaba varios meses buscándonos.”


--Algo grande está a punto de ocurrir en los cielos –nos dijo bastante emocionado--.


--Te refieres a la conjunción de Marte y Júpiter 1, según la denominación romana–dijo Baltasar recelando--.


--¡Claro que no!


“A partir de aquel día, nuestro prototelescopio, trabajaba durante toda la noche buscando algo. Al principio con emoción, al cabo de unas semanas con cansancio y, casi un año después, cuando observé una luz, no observada antes, en Acuario, con sorpresa.”


--Esa estrella tiene que ser un cometa –dijo Baltasar intentando disimular su emoción--.


--Los cometas siempre traen un mensaje –aclaré cuando era del todo innecesario--.


--¿Un cometa? No, tiene que haber algo más. Un simple cometa no me ha traído hasta vosotros –no era la voz de un aguafiestas y había emoción en sus palabras, pero en aquel momento fue un jarro de agua fría--.


--Acaso esperamos el final de los tiempos –se incorporó Melchor--.


--¡No! Esperamos el comienzo –nos sorprendió Artabán--.


“Ante nuestros deslumbrados ojos desenrolló un papiro lleno de colores y extraños símbolos. Al principio parecía un galimatías, pero pronto empezamos a diferenciar jeroglíficos egipcios, palabras escritas en griego, en latín y en varias lenguas más de aquel presente y su pasado”.


--Durante veinte años he estado recopilando informaciones relativas a lo que tiene que llegar. Todos hablan de un niño que ha de nacer para cambiar el mundo. Para todas las culturas, de ayer y de hoy, existe una imagen propia de ese. Será alguien grande y el momento está cerca.


“Hubiera objetado sobre lo que teníamos que ver en todo aquello, pero entre las notas del papiro había varios dibujos sobre posiciones estelares y, en especial, la aparición de una nueva estrella en el cielo de Acuario y otra en el centro de Cetus. Por desgracia, hasta dentro de tres semanas no estaría visible la constelación de la Ballena.”


“Tres semanas no cambiaron en mucho el tamaño del cometa, pero en los últimos días empezó a desplazarse hacia el Este, por otro lado, aún tendríamos que esperar hasta Agosto para ver toda la constelación, pero, antes de lo esperado, la extraordinaria vista de Melchor discernió un elemento nuevo en el centro de la cabeza de la ballena. Era minúsculo, pero empezó a crecer muy deprisa. En dos semanas se había convertido en uno de los objetos más brillantes del cielo. También salió del área de Cetus, empezó a desplazarse por el cielo y en pocas semanas le apareció su cola”.


--Cetus siempre ha sido una fuente de desgracias. ¿Cómo sabemos que ese objeto es el nuestro? –Argumentó Baltasar desconfiado--.


--Tienes razón –apuntó Artabán--. Este cometa representa a los males del mundo, surgido de las puertas de Cetus. Nuestro guía escapó a las fauces de Acuario. Cuando le salga cola tendremos que iniciar nuestro viaje hacia el sur. Según los sumerios se detendrá, durante un mes, sobre el lugar en que nazca el gran hombre.


--¿Cómo puede detenerse un cometa en el cielo? –No sé quien lo preguntó, pero estaba en la mente de todos--.


--No lo sé. Eso es lo que lo hará diferente –reconoció Artabán--.

sábado, 3 de enero de 2009

Tres tipos con clase (3)


Imagen tomada de http://verdadesrelativas-chechu.blogspot.com/

Capítulo 3.

La capilla de los velatorios, casi vacía, no era el mejor lugar para una conversación profunda. Gaspar estaba muy agradecido con el esfuerzo de aquel hombre por prestarle apoyo, así que decidió no hacérselo más pesado: la conversación prosiguió en el bar y frente a una copa de buen brandy. Así, con un ambiente menos agobiante, el Mago siguió contando su historia.

“Melchor había conocido a Baltasar en Alejandría. Era su profesor de astronomía y matemáticas. Pero la relación no paso de la típica maestro alumno. Fue con la aparición de una Nova en Ursus Minor que llegó a Tiro, junto a otros astrónomos egipcios y abisinios, seguían una ruta hacia el Norte para estudiar el fenómeno.”

“La caravana estaba cargando vituallas en el puerto cuando Melchor lo reconoció:

--Disculpe, señor Damascón, ¿se acuerda de mí?

--Tu cara me es familiar… pero…

--Soy Appellicón de Partia. Estudiaba en Alejandría…

--¡No es posible! –Cortó con una sonrisa--. Pero no ha pasado tanto tiempo… ¿Qué ha pasado?”

“La conversación siguió como ahora la nuestra: frente a un vaso. Sólo que aquel licor estaba hecho con leche de cabra fermentada con unas bayas negras similares a la ginebra. La cuestión es que aquella conversación, en que Melchor nos presentó, fue decisiva para que Baltasar, o Damascón, como se llamaba entonces, o Serakin, como se llamaría en los siguientes días, no prosiguiera el camino con sus sesenta compañeros de viaje.”

--Así que, después de todo, Melchor si era importante para Baltasar –interrumpió Noel--.

Gaspar no pudo evitar una sonrisa. Había omitido lo que él y Melchor estaban haciendo en Tiro y sabía que esa era la razón que atrapó a Baltasar, pero eso Noel aún no lo sabía. Como se sentía juguetón, y ya lo era mucho por naturaleza, saboreó un poco de su brandy antes de proseguir, pero con mucha lentitud… con deleite.

“No. Lo que hizo cambiar de opinión al gigante fue el juego de lupas de Babilonia, que habíamos juntado Melchor y yo, y que constituían, posiblemente, el mejor prototelescopio de la antigüedad. Tal vez no estuviéramos todo lo al norte que fuera de desear, pero, aún así, nuestro observatorio era el mejor posible para aquel fenómeno astronómico y los que estaban por venir.”

--¿Así aquella Nova no era la estrella de la Navidad?

--No, Santa. La estrella de la Navidad llevaba a Belén y aquella Nova nos hubiese dirigido hacia tu casa, en caso de que ya hubieses vivido por aquel entonces.

--¡Ya!

Ambos se tomaron un respiro y unos sorbos de sus respectivas copas.