domingo, 3 de octubre de 2010

Wilt

El escritor Alfredo Conde dice que “escribir es robar vida a la muerte”, pero yo opino que sólo es intentarlo. Para lograr esa hazaña debemos conseguir que alguien sienta placer al leernos. Ya estoy un poco cansado de esos grandes escritores que sólo escriben para sí mismos. Harto de la grandilocuencia, del intimismo superlativo, de la prosa poética en espiral que gira y gira en abusivos circunloquios hasta la nausea obligada.

En resumen, estoy hastiado de grandes libros que no me dicen nada. Antes, por lo menos podía refugiarme en un insulso best seller, ahora ni eso. La novela ñoña de amor, el libro de historia inventada, las “cachuli story’s”, las copias de las copias y las historias de vampiros casposos, llenan los estantes de las librerías de obras que, antes de alcanzar la página cien ya has deseado romper sus páginas para usarlas como papel higiénico. Pero tampoco sirve, sus relatos están tan rígidos que desgarran hasta la más recóndita de las hemorroides.

Por eso en las últimas semanas he preferido rebuscar entre los libros que compré hace tiempo y me olvide de leer. Y es ahí donde encontré dos joyas únicas par el disfrute: “Wilt” y “Las tribulaciones de Wilt” de Tom Sharpe. Posiblemente no constituyan obras maestras de la literatura, pero, sin lugar a dudas, son dos obras escritas pensando únicamente en el disfrute de los lectores. Todos los tonos del humor se arremolinan en sus páginas, recordando, en los instantes más surrealistas, los programas televisivos de los también británicos (o tal vez debiera decir ingleses) Monthy Pyton.

Si alguien desea seguir mis pasos quisiera hacerle una advertencia. Tengan cuidado al leer estas obras delante de terceras personas, pues es posible que lleguen a tomarles por locos. Sobre todo si no son capaces de aguantarse la risa en algunos de los hilarantes pasajes de la obra. Como en mi imagen ya estaba bastante dañada con anterioridad, esta circunstancia no supuso ningún problema, pero tal vez ustedes si tengan una reputación que mantener. En tal caso procuren ser prudentes con su lectura.

Entrando en la temática de los libros, tienen tres grandes protagonistas. El principal es Henry Wilt un flemático individuo lleno de extrañas fantasías, entre treinta y cuarenta años y que yo imagino como una extraña mezcla entre Larry Niven y Rex Harrison. Las aptitudes verbales, tanto como las actitudes, de Henry Wilt para explicar sus acciones y sus situaciones son la clave de las historias. Henry es una extensión del propio autor ya que en ocasiones es una extensión del m ismo lenguaje.

El segundo personaje es Eva, la esposa de Henry, y como dice en más de una ocasión su propio marido es una fuerza de la naturaleza. El personaje cambia bastante de un libro a otro, pero en ambos casos la ecuación Eva más Herry igual al caos más desmadrado que se pueda imaginar. Tom Sharpe, a pesar de lo raros que son ambos, logra hacer identificarse al lector con los dos. En unos momentos logra que te veas como Henry y en otros como Eva. Aunque Eva y Henry son, seguramente, únicos.

Por último tenemos al comisario Flint. El policía es el que termina por sublimar todos los desastres. Hay más personajes que representan ese papel en momentos determinados, pero Flint es la verdadera antítesis de Henry y sus actitudes tan rígidas provocan algunas de las situaciones donde es más difícil evitar las carcajadas en voz alta.

Como no puede ser de otra manera recomiendo ambos libros, aunque sé que no podréis alargar la lectura de ambos más allá de una semana.

1 comentario:

David Gómez Hidalgo dijo...

Como ya te dije, me alegro un montón de que la lectura de Wilt haya provocado en ti lo que ha provocado.
Estoy de acuerdo contigo en lo de leer delante de terceras personas.
Mi madre nunca entraba en mi habitación; recuerdo hace años, cuando leía a Wilt, que lo hizo y me preguntó que me pasaba. Lo le dije que estaba leyendo. Jajajaja.

Salud