jueves, 22 de abril de 2010

Memoria histórica



Abandonado en una tumba inexistente
se pierde su recuerdo en el camino
como se pierde la fecha
en que sellaron su olvido.

Tal vez fuera un líder sindical
que molestaba a la autoridad
o un envidiado campesino,
de orgullosas callosidades,
condenado por el único delito
de dar sustento a su familia
y al que el celoso gerifalte
quiso robar la hija o el nombre.

Balas dispensadas
a quemarropa
en una cuneta
entre la olorosa retama
y la roja sangre.

Echaron tierra a su cadáver,
tiraron años a sus huesos
y, con palabras legales
en un libro de libertades,
mataron la esperanza
de los corazones amantes.

Hoy yugos y flechas
agitan sus corazas
de togados jueces
en una burla ciega
al amor y la justicia.

Que nadie pueda usar sus manos
para abrazar la tierra
donde yacen los huesos de unos hombres
que sin buscar la guerra
jamás alcanzarán la paz.

Triste tierra por la que un día
pasó la guerra.
Una guerra más entre hermanos,
Caín y Abel a elegir
según quien relate la historia,
según convenga al director
del mercenario escribano.

Pero la guerra pasó
y las balas siguieron
hiriendo esperanzas,
hiriendo recuerdos
y luego escondiéndolos
bajo una alfombra
que es toda España.

Ante tanta miseria
quisiera lavar mis manos
con la tierra de las fosas,
arrancando, puñado a puñado,
cada capa de vergüenza
que esconde a miles
de ignoradas calaveras.

Yo quisiera ser llorando
el hortelano de cebollas
que escancie el recuerdo
en los ignotos campos
donde escondieron esqueletos
sin armarios,
sin letreros,
sin cristiana humanidad...
Sin recordar que un día todos fuimos hermanos.

¿O no?


3 comentarios:

David Gómez Hidalgo dijo...

Buenas, me alegra ver un texto tuyo.
La verdad es que estamos los dos un poco inactivos últimamente.

Buen poema el que no has presentado. Y que razón tienes cuando dices que la guerra se acabó pero las balas siguen silvando. Creo que no hace falta poner ejemplos, ¿no?

Saludos

Martikka dijo...

Gran poema, grandes verdades las que cuentas.
Levantar la alfombra es curar heridas, no provocarlas.
Esa capa de vergüenza que esconde a miles de calaveras puede ser reparada, debe serlo: Ser convertida en una pátina de justicia.

Saludos.

Unknown dijo...

Hermoso poema a los olvidados, muy en el estilo de Miguel Hernández. Verdad, y vergüenza lo que está ocurriendo en estos momentos en España sobre este tema. Yo estoy - desde mi sátira barroca - escribiendo en estos momentos sobre el mismo tema, a través de satirizar la mamarrachada de juicio a Garzón sobre la Memoria histórica. Internacionalmente España ha firmado leyes que prevalecen sobre las nacionales, y los delitos sobre la humanidad no prescriben. Eso lo sabe el juez Varela; por tanto,¿quién es el prevaricador?
Un abrazo.