Para algunas personas la verdad es un ente absoluto e invariable que ante la duda siempre les favorece. Hay personas convencidas de que la verdad siempre aparece escrita en letras de oro en un libro sagrado. Para otros la verdad es aquella que se escribe con la propia sangre. Pero en verdad, la verdad... no existe. La verdad es esquiva y, si existe, es relativa. Lo verdadero y lo falso, salvo en matemáticas, depende del color del cristal por el que se mira. Y en ocasiones, en matemáticas, también.
Tan dudosa es la verdad que, si viviéramos un terremoto y se cayera todo a nuestro alrededor hasta que una piedra nos acertara en el dedo gordo del pie, la única verdad de la que podríamos estar seguros en todo ello, sería el dolor que sentiríamos en ese dedo. Y sería nuestra verdad, porque las personas a nuestro alrededor tendrían sus propias verdades particulares. Y especialmente para el individuo que, en el exterior, a derribado parte de la casa con su grúa, haciéndonos creer que estábamos en medio de un terremoto.
Hay situaciones en que la verdad aún es más esquiva. Bajo los efectos de estupefacientes, alcohol, creencias místicas, euforias colectivas futboleras o de manifestaciones políticas... y todas esas otras situaciones donde nuestra percepción queda alterada química o emocionalmente.
La verdad absoluta no existe. Aún recuerdo cuando un profesor de matemáticas me demostró que uno más uno no era dos, sino que tendía a dos. Desde ese momento puse toda la verdad bajo la lupa y llegué a la conclusión de que únicamente podía aceptar como absolutas las sensaciones internas propias y, únicamente como tautologías: siento dolor, luego siento dolor. Ni tan siquiera pude aceptar como cierto el "pienso, luego existo", ya que previamente tenía que definir que era pensar y que era existir y me perdía en las relatividades del lenguaje.
Aún recuerdo cuando felicité a cierto individuo porque había logrado que publicaran en la web de Falange Española un escrito suyo con el título ‘Lo reconozco, soy fascista". Seguramente el individuo creyó que todos sus alegatos religiosos y nacionalistas castellanos, eran en realidad un ejemplo de liberalidad. Creyó que sus ataques airados eran muestras de lucidez. Sus ataques brutales a lo que no le parecía correcto bajo sus "verdades absolutas" eran moderados y tolerantes. Por todo eso le sorprendió que Falange acogiera en su seno sus palabras... "mesuradas". La respuesta a todo aquello fue la de insultar, vilipendiar y llamar mentirosos a los que le mostraban la cruda realidad (matar al mensajero). Ni por un momento pensó en acusar a los que habían tomado sus palabras a crédito. Si hubiese sido consecuente con sus ideales, se hubiese sentido orgulloso de que falange tomara sus palabras a crédito, después de todo, tenían los mismos ideales. Falange también cree que es muy liberal, tolerante y evolucionada (no en vano algunas ideas del falangismo fueron tomadas del mismísimo Marx, aunque eso jamás lo aceptarán).
Este individuo, después de este suceso, que a otro le hubiesen hecho replantearse su forma de manifestarse, aún actuó con más encono y, lejos de abandonar sus posturas hirientes, inició una campaña de ensañamiento contra los que se habían reído de su absolutismo cerrado.
Yo también he sufrido robo de artículos que han sido expuestos en lugares incómodos, pero jamás se me ocurriría cargar con los que hicieron el descubrimiento (por mucho cachondeo que se llevaran con ello). De hecho aún oigo risas por un par de ellos, pero mi acción ha sido la de actuar contra el que lo ha tomado sin permiso (bueno, a alguno le tuve que llamar al orden, pero ese era más un tema de medicación que de ideologías, y ahora ya se la toma... lo juro). En el descargo del individuo hay que decir que todos estabamos convencidos de que fue el mismo quien permitió a Falange publicar ese artículo en su web. Después de todo ya escribe para la red "Periodista Digital" y sólo un tonto no sabe lo que eso significa... Sí... seguro que piensan que aún creo que él mismo lo publicó en Falange. Pues están en lo cierto, pero él dice que no y, a pesar de su personalidad, tendremos que aceptar su palabra.
Como dije yo también he sufrido incomodas adopciones de textos que podrían hacer parecer que apoyaba cosas que no estaban en mi pensamiento ni remotamente. Pero desde entonces he tenido mucho cuidado con las verdades absolutas, y he descubierto que al margen de las verdades y las mentiras existen las cosas que duelen. Y tengo claro que a mí no me duele lo mismo que a ti. Como va a comprender un madrileño lo que significa la actual sentencia del TC, como voy yo a comprender que siente un vasco respecto al eusquera, o los andaluces respecto al flamenco, los asturianos sobre Covadonga... Hay verdades que no pueden ser absolutas, porque un punto de vista exterior las hace irreales, pero en el lugar donde se viven son verdades que duelen. Hay temas límite, como el aborto, la pena de muerte, la lengua, la autodeterminación, el franquismo... temas en que toda verdad absoluta es aún más absurda que los demás. Sin embargo, siempre hay grupos que se meten en los calzoncillos ajenos sin saber que queda delante y que queda detrás.
Albert Boadella dice que se fue harto de Catalunya porque nuestros políticos hacían precisamente eso, pero ahora va y se vende por treinta monedas a los que hacen lo mismo desde fuera, lo que aún es más grave. Ha saltado del mini-absolutismo local al mega-absolutismo exterior. Sin duda acepta aquella máxima de que la mayoría tiene razón, después de todo cien mil millones de moscas no pueden equivocarse: la mierda es buena.
1 comentario:
Estimado socio... "l'has bordao" (como te gusta decir).
¿Te importaría publicarlo en mi blog?
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